!HOLA¡ EL 25 DE JULIOL DE 1992 BARCELONA INAUGURA OLIMPIADA

A les de  8 de la tarda del dissabte 25 de juliol tenia lloc un esdeveniment que tothmo esperava des de feia anys, amb una cerimònia  començaven a l'Estadi Olímpic de Montjuïc les XXV Olimpiades de l'era moderna

Així ho va explicar Bru Rovira a La Vanguardia i es va veure per televisió:
<<... el sonido de la tenora y el tambor que llama a la fiesta.
El estadio, recubierto de azul —cielo y mar—se llena de flores de colores que picotean a los pájaros.
De pronto, el color en movimiento se para. Hola. ¡Hola! ,grita el estadio.Y el hola se diluye en una sonrisa y la sonrisa se alarga, se deforma, para convenirse en el logotipo de los Juegos de Barcelona, cuyo trazo se dibuja sobre el césped azul mientras decenas de
palomas vuelven a su libertad y se alejan hacia el espacio abierto, se desparraman sobre el cielo de Barcelona.
El Estadi respira y sonríe relajado porque decir “Hola” es una buena manera de empezar.


Pero ahora, cuando salen los guardia urbanos con las banderas catalana, española y de Barcelona, el mensaje ya se complica. Tres banderas. ¿Tres? 
El Rey hace su entrada en el palco presidencial. Y esto que suena es... ¡“Els Segadors”! ¡Dios mío, el rey Juan Carlos I de España, un Borbón, sonriendo, avanzando, con la música
de“Els Segadors”! 
Es el primer guiño al alma, mazazo, diríamos, de los seis milones de catalanes. Una primera pista de lo que iremos viendo a partir de ahora. La ceremonia tiene una lectura para el mundo, mientras que para los ciudadanos dela piel de toro está llena de claves,  complicidades, pactos, dobles sentidos. 
Se nota que nos damos a conocer sin conocernos todavía a fondo nosotros mismos. Se notan las heridas abiertas, los recelos. Se nota que nos explicamos entre nosotros al tiempo que buscamos formas de convivencia y queremos explicarnos al mundo.
Però “Els Segadors” dura poco, apenas unos compases, apenas el impacto para la trempera catalana —“Qui m’ho havia de dir que algun dia veuria això!”, llora un hombre mayor— y el susto español. No pasa nada, no desenfunden todavía, que nadie se tire al suelo, porque, sin pausas, como una estrofa de “Els Segadors”, suenan ahora las notas del himno español. Así que los que se preparan para el silbido mientras todavía aplauden, son ahogados por los que aplauden mientras se recuperan del susto.
L
os tres mil quinientos diez millones restantes deben pensar que el himno español ofrece un curioso cambio de ritmo.


“¡Sed bienvenidos!” cantan Montserrat Caballé y Josep Carreras.
Suena la música de cobla.
Salen seiscientos sardanistas. La sardana es una danza milenaria, de unidad, explican los comentaristas al mundo. “Mirad este mar. mirad esta tierra y no olvidéis el antiguo perfil, ni la dulce lengua (...) entrad, entrad, los cata lanes somos gentes de paz”. Y la sardana forma los anillos olímpicos en el centro del Estadi. El cinco como número mágico. Los cinco sentidos. Los cinco continentes. Luego, los anillos se transforman en un enorme corazón.
Y el corazón palpita
.



Se ha presentado Cataluña.
Le toca el turno a España.
Tierra de pasión, sugiere el marcador electrónico. Tambores del bajo Aragón. Bandas valencianas. Bailaoras. Plácido Domingo canta una canción de amor. “ ... me muero por tu boquita de rosa…
Un caballo. Una mujer en sus lomos. Cristina Hoyos, de rojo. Avanza hasta el escenario. Arranca por bulerías. Kraus entona “Del cabello más sutil”, de Obradors, y un guapo jinete se lleva a la bailaora atravesando el Estadi al galope.


 


Dos  monográficos. Cataluña. España. ¿Ha sido un mensaje claro, artísticamente auténtico? ¿Hacia dentro o hacia fuera? Veremos lo que dicen los tres mil millones y pico, esperaremos a mañana, porque ahora, señores, ataca La Fura deis Baus.
Era el encargo más arriesgado y entusiasma a la gente. Como con el Cobi, se apostó por el vanguardismo y la personalidad. Y la cosa funciona. Es mucho mejor que cualquier ensalada variada. Hércules separa los dos continentes y nace el Mediterráneo, Hércules establece los límites entre el cielo y la tierra, el bien y el mal. Los hombres empiezan su aventura. Un barco surca los mares enfrentándose contra el mal. Lucha brutal con música de Ryuichi Sakamoto en un mar gaudiniano. Animales fantásticos, cuernos, arpías, cangrejos, que simbolizan el hambre, la guerra, la enfermedad, la ignorancia. Vence el bien y en el confín del mundo se funda la ciudad que se llamará Barcelona.
Alegría. Canto de gracias. ¿Es cierto lo que oímos? Lo es: Sakamoto ataca los compases finales y suena ¡“El Virolai”!

 



Los Juegos son el tema de la segunda parte de esta ceremonia. Todas las ceremonias olímpicas tienen sus obligaciones: la entrada de los atletas, el juramento..., y este espectáculo que vemos en el Estadi ha sido concebido para la televisión. Así, el ojo que está en el Estadi no ve exactamente lo que ve el mundo, y se convierte al mismo tiempo en parte del espectáculo. Aunque se le da volumen y se le ahoga, al gusto de los realizadores de televisión.
¿Qué lectura puede, pues, sacarse de la reacción del público del Estadi?
Su reacción es también un mensaje. Barcelona al mundo.
Y esta Barcelona del 92, aplaude a los atletas de Croacia, Estonia, Letonia, silba a los de EE.UU. pero permanece indiferente con el Tercer Mundo. Se aplaude el nacionalismo. Se calla ante los países que tanto se amó en los setenta y los ochenta, países de revolución. Se calla al paso del antiguo mundo comunista, excepto cuando pasa al equipo unificado —leves aplausos— que ha desfilado bajo la bandera olímpica seguida de las de todas las repúblicas que integran el equipo.
Los diez mil atletas desfilan durante una hora y media. Representan 172 países y hablan setenta lenguas distintas. Es tiempo para relajarse, para buscar caras conocidas: “Mira, Carl Lewis”, “Carai, el Príncipe”.
El príncipe Felipe. Es el abanderado del equipo español, que entra el último en el Estadi— como exige la tradición— en medio de una gran ovación.






 


Discursos.
Pasqual Maragall en nombre de Barcelona
. ¿Alguien temía por la catalanidad de los Juegos?
Maragall empieza recordando que hace 56 años debió celebrarse una olimpiada popular en el mismo estadio. “El nom del President de l’Olimpíada Popular és gravat allá dalt... es deia Lluís Companys i era el president de la Generalitat de Catalunya”.
Agradeció luego a Narcís Serra su intervención en los Juegos. Habló de Barcelona como ciudad abierta e hizo mención a la guerra yugoslava citando una carta del secretario de la ONU, en la que le pide que haga un llamamiento para que se cumplan los acuerdos de la ONU sobre la guerra del país vecino.
Habló luego Samaranch, por el COl.
Ambos utilizan cuatro idiomas para dirigirse al público.
El Rey
abre los juegos con la declaración protocolaria: “Declaro abiertos los Juegos Olímpicos de Barcelona en celebración de la XXV Olimpiada de la era moderna”.



Ha caído la noche. Empieza la ceremonia del fuego olímpico. La emoción de la luz que lleva el atleta en la oscuridad. El alma que cruza el cielo disparada por un arquero. El fuego que vuelve a iluminar. 

 


La apoteosis operística


Barcelona ha enseñado sus cartas de presentación.
La luz y la sombra.

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